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¿El fracaso de la izquierda?

La salida de Dilma Rousseff de la presidencia brasileña en el marco del impeachment que se le adelantó en el Congreso de su país fue celebrado por algunos opinadores en Colombia. Ellos no tardaron en verlo como una muestra más de la inminente caída de la izquierda en la región. Algunos clamaron en éxtasis que este episodio era evidencia contundente del "fracaso de la izquierda". Con sus discursos amañados insisten en señalar a la izquierda como única responsable de los problemas que plagan a Latinoamérica y, de paso, niegan que la llegada de los gobiernos de Correa, Kirchner, Lula, Chávez y Evo fueron consecuencia de los olvidos, descuidos y manejos mañosos de gobiernos de derecha. Si bien es cierto que la izquierda en Argentina, Venezuela y Brasil se ha visto salpicada por casos gravísimos de corrupción, algunos analistas olvidan que ese es un mal endémico en toda la región.  Según consta en una investigación de la Fiscalía, Cunha, primer y único político imputado en el
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Que en España se sepa

El vacío de poder es tan nocivo para los países como para quienes se ven forzados dejar el poder de lado. En las democracias los jefes de Estado suelen abandonar sus cargos con un aire taciturno y algunos incluso optan por el ostracismo. En otros casos, como en el de Colombia, los mandatarios salientes emprenden una carrera de odio. A los ojos de un lector desprevenido, la entrevista que le dio el expresidente Álvaro Uribe Vélez al diario El País es el llamado desesperado de un líder democrático a la comunidad internacional en contra de los acuerdos del gobierno de Juan Manuel Santos con las Farc. Un llamado urgente, una especie de epifanía de una casandra demócrata que ve ante sí el desastre de un país entregado a la guerrilla. Pero para un colombiano que ha tenido que convivir con la estigmatización a través de Twitter, con sus pronunciamientos irresponsables a los medios y desde el Senado, las palabras de Uribe son una muestra perfecta del cinismo de quien alguna vez dirigiera

El otro debate de género

Las últimas décadas han dejado un reconocimiento cada vez más importante en los derechos de las mujeres. Las campañas contra la violencia doméstica, la discriminación salarial y en favor del reconocimiento de los derechos sexuales y reproductivos les han garantizado a una porción cada vez más grande de mujeres una serie de beneficios que les eran negados. Aunque falta mucho por hacer. Las mujeres siguen sin tener pagos equivalentes a los de los hombres por idénticos trabajos; tienen jornadas más largas dentro y fuera del hogar que sus compañeros hombres y son objeto de agresiones físicas, verbales y sexuales en distintos escenarios de la vida mientras que la justicia no procesa a los atacantes. Además, son presionadas para cumplir estándares culturales de belleza homogeneizantes, son tratadas como objetos sexuales y, lo que es la peor muestra de hipocresía como sociedad, son tratadas como 'putas' cuando expresan su erotismo de manera libre. La lucha por los derechos de las

El uribismo y el miedo

Cinco años después de la salida de Álvaro Uribe Vélez de la Presidencia de la república, su voz aún retumba en la política nacional. A diferencia de otros expresidentes que una vez terminados sus periodos optaron por un relativo periodo de silencio en la vida pública, Uribe no se resignó a un papel secundario una vez salió de la Casa de Nariño. Su conocimiento de la mecánica interna de los medios, así como sus pronunciamientos explosivos no son argumentos suficientes para explicar por qué sigue siendo un personaje determinante para el país. Es más, sus posiciones radicales serían irrelevantes y no tendrían mayor eco en la cabeza de muchos ciudadanos si no fuera él quien los hiciera. Al fin de cuentas, no son las idioteces dichas por un cualquiera que las que digan Trump o Uribe. Una explicación está en la fórmula neopopulista, usada por Uribe, Chávez, Correa, Morales y Kirchner en Latinoamérica. En Colombia, durante sus 8 años de gobierno, Álvaro Uribe hizo uso de un discurso pers

El uribismo bombardero

El caso de las aeronaves de la Fuerza Pública caídas en Cesar y Urabá evidencia una vez más la mala leche del expresidente Álvaro Uribe y sus seguidores frente al proceso de paz. Una vez más, manipularon, mintieron, señalaron y no rectificaron cuando la evidencia demostró que estaban equivocados. En ambos accidentes, el uribismo, sin mayor evidencia que la sospecha, no tardó en señalar que los responsables serían las Farc. Frente a la caída del avión de la Fuerza Aérea en Cesar, el senador Alfredo Rangel —quien pasó de ser un sesudo analista del conflicto a meteorólogo en un abrir y cerrar de ojos— indicó que la caída de la aeronave por motivos climáticos era improbable. Para él, quien también resultó experto en aeronáutica, que un avión se caiga por congelamiento de sus alas en medio del calor cesarense es improbable . El comandante de la Fuerza Aérea Colombiana, general Carlos Bueno, quizá un poco más versado en materia climatológica que el senador uribista, tuvo

El fútbol, una ingenua pasión

Un día nacés. Desde pequeño tu papá o tus amigos juegan contigo a la pelota. Como está en el piso la pateás y tu papá celebra mientras tu mamá se quiere enloquecer porque el portarretratos familiar irá a dar al piso. Te regalan una camiseta verde, roja, amarilla, vinotinto; la prenda es irrelevante mientras te inyectan una predilección, un amor casi religioso por esos colores. Tu papá, tu tío, tu hermano o cualquiera de la familia te dice que hay que querer y hacerle fuerza a ese equipo. ¿La razón? Bah: que porque ha ganado más, que porque este sí es el del pueblo. Da lo mismo: lo tenés que querer. Terminan por inocularte una tradición, una imposición. Quizá sos terco, el irreverente de la casa, y se te mete en la cabeza otro equipo porque fue el primero que viste por televisión, porque allá jugaba el enano autista X o el princesito ególatra Y. Tal vez porque allá se creó una banda de colombianos que emigró hace décadas y por puro amor o conmiseración nacionalista le hacés fuerza t

Matar

Una riña en una calle de Bogotá termina con un perro muerto; un reclamo por el nivel de la música en una fiesta en Bogotá termina con un muerto; una fiesta de Halloween entre yuppies bogotanos termina con un muerto; la llegada de un joven a Medellín a celebrar el año nuevo termina con él muerto; una rumba en un bar de Cali termina con ocho muertos; la reclamación de una líder de víctimas en Medellín termina ella muerta; el retorno de un periodista a su pueblo en Antioquia termina con él muerto. Los relatos de los colombianos están cruzados por la violencia. Pero no hablo de una fuerza externa que nos posea, del etéreo ‘mal’ de los creyentes, sino de una aparente necesidad de matar, de unas ganas que llevamos en las venas de arrancarle la vida a los otros. Desde la ventana por la que se escapó Bolívar de una cita con la parca, pasando por el fusilamiento de Policarpa Salavarrieta y los hachazos que mataron a Rafael Uribe Uribe, hasta bombas inteligentes que mataron a Alfonso Cano,