Buena parte de mi vida me la he pasado creyendo que si uno da, recibe. Y no es necesariamente cierto. Permítanme me explico. A sabiendas de que este blog sólo tiene sentido por la obstinación de su autor y no por el número de lectores que tenga, me atrevo a contar una historia y, con ella, exorcizar mis demonios. Hace algunos días, una mujer me dejó. La mujer que más he amado jamás me echó; terminó conmigo una muy buena relación y me dejó vuelto mierda. El nombre de ella realmente no importa: pudo haber sido cualquiera quien me hubiera destrozado como ella lo hizo. Aún así la amo, y aunque sé que ese sentimiento no es mesurable, la amo mucho. Le he entregado lo mejor de mí incluyendo, si se quiere, un poco de mi cursilería. Me deja porque dice ya no quererme. No le creo. Tal vez le puedo creer que ya no sienta lo mismo por mí y es apenas lógico si se tiene en cuenta que yo he sido el novio con quien más ha durado; que en ese orden de ideas, se pueda decr que sus sentimientos han