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Mostrando entradas de mayo, 2015

El fútbol, una ingenua pasión

Un día nacés. Desde pequeño tu papá o tus amigos juegan contigo a la pelota. Como está en el piso la pateás y tu papá celebra mientras tu mamá se quiere enloquecer porque el portarretratos familiar irá a dar al piso. Te regalan una camiseta verde, roja, amarilla, vinotinto; la prenda es irrelevante mientras te inyectan una predilección, un amor casi religioso por esos colores. Tu papá, tu tío, tu hermano o cualquiera de la familia te dice que hay que querer y hacerle fuerza a ese equipo. ¿La razón? Bah: que porque ha ganado más, que porque este sí es el del pueblo. Da lo mismo: lo tenés que querer. Terminan por inocularte una tradición, una imposición. Quizá sos terco, el irreverente de la casa, y se te mete en la cabeza otro equipo porque fue el primero que viste por televisión, porque allá jugaba el enano autista X o el princesito ególatra Y. Tal vez porque allá se creó una banda de colombianos que emigró hace décadas y por puro amor o conmiseración nacionalista le hacés fuerza t