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FIFA, a modernizar el silbato


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La caprichosa entró, a pesar de Neuer y Larrionda.
Tomada de Yahoo! Deportes
Los últimos fallos arbitrales en el Mundial de Sudáfrica reviven la eterna polémica sobre las ayudas tecnológicas y demuestran que la FIFA envejece, y que fruto de ese envejecimiento es la aversión que el organismo manifiesta por la renovación del fútbol.

Esa aversión se parece bastante a la que tienen los abuelos a los computadores, los celulares y los controles remotos, debido quizá a la incapacidad geriátrica de comprender el funcionamiento de tales artefactos.

Entonces, del mismo modo en que algún viejito cascarrabias preferiría no prender el televisor con tal de no desnudar sus flaquezas frente a la herramienta, el envejecido comité directivo de la FIFA, “le sigue apostando al error humano” como diría Joao Havelange.

Así, después de cometidos los errores, Joseph Blatter, presidente del máximo órgano futbolero, tiene que recoger su orgullo vetusto y pedir perdón para evitar que el mundo se le venga encima, pero ya es demasiado tarde: Inglaterra y México están por fuera del Mundial y no hay forma de repararlo. Además, no hay voluntad política para hacerlo.

Sí, sí: la FIFA pide perdón, pero inmediatamente se escuda en que no se puede incorporar ayudas tecnológicas puesto que los aficionados se apasionan al discutir sobre cualquier incidente en el juego, así como el ritmo en los partidos se vería cortado a cada instante a fin de revisar cada decisión.

En cuanto a lo primero, craso error. Está bien que uno discuta por el desarrollo del encuentro, pero resulta molesto que uno como hincha sienta que se le han robado el partido porque el árbitro no juzgó una jugada polémica apropiadamente. Es más, si bien los árbitros juegan un papel importante en el deporte, no deben ser los protagonistas puesto que cada vez que intervienen de forma errática no se les verá como justos protagonistas sino como peligrosos villanos. Todo apasionado por el fútbol acuerda en que la actuación de los jueces es mejor cuanto más invisible sea.

En cuanto a la fluidez del juego, vuelve y yerra la FIFA. El ejemplo de los obtusos fanáticos del fútbol —aquellos que desconocen otros deportes o simplemente los desprecian—, en el que citan la falta de fluidez de otras disciplinas resultante de las continuas revisiones, desconoce una donde la fluidez y la justicia está garantizada: el rugby.

En este deporte, hermano por orígenes con el fútbol, hace menos de dos décadas se aceptó la revisión de las jugadas polémicas con una salvedad: únicamente la anotación o try puede ser revisada por un cuarto árbitro, o Television Match Operador (TMO).

Dicho TMO, ubicado en una cabina y dotado con una consola digital, actúa cuando el juez central así lo invoca por medio de un cuadrado trazado en el aire con las manos. El TMO opera por medio de la consola las repeticiones disponibles de las distintas cámaras y sugiere por medio de un intercomunicador, similar al que ahora tienen los jueces de fútbol en todos los partidos importantes, señala si la anotación es válida o no.

Ante la pregunta que se harán algunos acerca de si en efecto las reglas varían para los partidos televisados y los que no lo son, la respuesta es no. El árbitro simplemente puede prescindir de la ayuda cuando no hay tal, y las reglas no varían en absoluto.

Con un ejemplo como este se puede sacar al fútbol del letargo, el aburrimiento y la rabia propias de los fallos injustos tales como la mal llamada ‘mano de Dios’ de Maradona en el 86; el gol injustamente validado a Geoff Hurst de Inglaterra en el 1966; la mano de Henry en el repechaje de Francia contra los irlandeses; la anulación del gol de España frente a Corea en el 2002; el penal de Italia en contra de Australia pitado por Mejuto-González en el 2006 y el anulado a Frankie Lampard y el erróneamente validado a Tévez en este infausto 2010.

Ojalá los clamores de Fabio Capello, Miroslav Klose, Guus Hiddink, Federer y otros  tantos como el de la FIFPro (sindicato de los futbolistas internacionales) sea oído antes de que se sigan vapuleando a los pobres árbitros, así sea tácitamente como le gusta hacerlo a la FIFA, como le hicieron a los desafortunados Rosetti y Larrionda.

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