Las últimas décadas han dejado un reconocimiento cada vez más importante en los derechos de las mujeres. Las campañas contra la violencia doméstica, la discriminación salarial y en favor del reconocimiento de los derechos sexuales y reproductivos les han garantizado a una porción cada vez más grande de mujeres una serie de beneficios que les eran negados.
Aunque falta mucho por hacer. Las mujeres siguen sin tener pagos equivalentes a los de los hombres por idénticos trabajos; tienen jornadas más largas dentro y fuera del hogar que sus compañeros hombres y son objeto de agresiones físicas, verbales y sexuales en distintos escenarios de la vida mientras que la justicia no procesa a los atacantes. Además, son presionadas para cumplir estándares culturales de belleza homogeneizantes, son tratadas como objetos sexuales y, lo que es la peor muestra de hipocresía como sociedad, son tratadas como 'putas' cuando expresan su erotismo de manera libre.
La lucha por los derechos de las mujeres está vivo. Aunque cuenta con algunos logros, sigue lejos de mostrar resultados satisfactorios y más cuando instituciones diseñadas para la defensa de sus derechos (así como el de las comunidades afros, LGBTI, indígenas, campesinas y demás), se empeñan en obstruirlos.
Pero hay un segmento de la población que está siendo olvidado por los estudios de género o que, en el mejor de los casos, está rezagado frente a la visibilidad de los de las mujeres: los hombres.
No se trata de entablar aquí una comparación para medir quién tiene una carga más pesada de discriminaciones por parte de la sociedad. Se trata más bien de llamar la atención sobre una serie de temas que están siendo pasados por alto del debate público y que podrían ser abordados, inclusive, con perspectiva de género.
Partamos de lo básico, de lo que se ha dado por sentado durante años: la expectativa de vida, el trabajo y la familia. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, en Colombia la expectativa de vida es de 76 años para los hombres y 83 para las mujeres. Pese a esto, ellas se jubilan a los 57 años mientras que los hombres a los 62.
De acuerdo el Fondo de Riesgos Laborales, en el país hubo a lo largo del año pasado 540 muertes por accidentes de trabajo. La mayoría de ellos se presentaron en las áreas de la minería, el transporte, la construcción, el sector eléctrico, las telecomunicaciones y la defensa, donde prima la mano de obra de los hombres.
En materia de muertes accidentales, las cifras demuestran que el grupo más afectado es el de los hombres. De las 2708 que fueron reportadas por Medicina Legal en 2014, 2207 fueron en hombres mientras que las restantes fueron en mujeres. Según la entidad, "en el caso de lesiones accidentales se observa un mayor número de eventos en los hombres, siendo el grupo más vulnerable; la relación proporcional hombre/mujer es de 2 a 1 aproximadamente".
Gracias a la 'ley María', los padres tienen una licencia remunerada 8 días, aunque son pocos frente a las 14 semanas que tienen las madres. Es cierto que pueden argüirse razones fisiológicas que justifiquen esa licencia para las madres, pero en aras de la equidad y la creación de un vínculo estrecho entre los padres y sus hijos, debería ampliarse el tiempo que un hombre puede pasar con su bebé recién nacido.
De otra parte, en los casos de divorcio la ley privilegia a la madre sin importar la edad del menor. En muchas ocasiones los abogados solo recomiendan a los padres llegar a acuerdos por el régimen de visitas y alimentos, antes que exponerse a un desgastante proceso judicial para hacerse con la patria potestad de los menores.
Aunque pareciera de Perogrullo, la violencia afecta con mayor fuerza a los hombres que a las mujeres. Según datos del informe Forensis del 2014, "La violencia letal afecta particular y de manera desproporcionada a los jóvenes varones de América Latina. La tasa de homicidios de jóvenes es superior al doble de la tasa para toda la población —alrededor de 70 por cada 100.000 jóvenes".
Ese mismo informe señala que la violencia es responsable del 14 % de las muertes de hombres y un 7 % de las de mujeres. En Colombia 11440 hombres fueron asesinaros en 2014 frente a 1158 mujeres.
En materia de suicidios, las víctimas primordiales son los hombres. Según cifras mundiales en una proporción de 4 a 1. Según la OMS unas 3000 personas se suicidan cada día en todo el mundo pero unas 60 000 intentan hacerlo, pero no lo logran. En Colombia el panorama es desalentador: de los
1878 casos que se registraron en 2014, 1544 eran hombres (un 82 %) frente a los 333 que fueron cometidos por mujeres (18 %).
Fuera de las creencias y los automatismos, las rupturas amorosas suelen ser una de las principales causas de suicidios en hombres. Básicamente, los varones no buscan apoyo en familiares y amigos, y terminan inflingiéndose daño.
Frente a los ataques cometidos contra las mujeres, se ha cuestionado la voluntad de la justicia colombiana para judicializar a los responsables de agresiones y abuso sexual. En ello tienen parcialmente la razón las organizaciones feministas.
Así como no se ha dado con los responsables de miles de crímenes de mujeres, también hay miles más que han sido cometidos contra hombres que décadas después no han sido resueltos. En Colombia, la inoperancia de la justicia no discrimina.
Lejos del populismo punitivo que refleja, la recientemente aprobada ley Natalia Ponce tiene un desequilibrio que si fuera en sentido contrario sería fuertemente cuestionado. Aunque el 49 % de las víctimas de ataques con ácido son hombres, las penas se endurecen si las víctimas son menores de edad o mujeres. ¿Por qué?
Más allá de las militancias y de la corrección política que limitan los debates, deberíamos aceptar que así como las mujeres tienen derecho a defender una agenda, también lo deberían hacer los hombres. No en desmedro de los derechos y conquistas de las mujeres sino en consonancia con sus logros. Es necesario poner la discusión sobre la mesa, cerrar el ciclo que reclamaba derechos sottovoce.
Así como es cuestionable que privilegie a los hombres a los hombres en razón de su género, también lo es que se los ignore.
Aunque falta mucho por hacer. Las mujeres siguen sin tener pagos equivalentes a los de los hombres por idénticos trabajos; tienen jornadas más largas dentro y fuera del hogar que sus compañeros hombres y son objeto de agresiones físicas, verbales y sexuales en distintos escenarios de la vida mientras que la justicia no procesa a los atacantes. Además, son presionadas para cumplir estándares culturales de belleza homogeneizantes, son tratadas como objetos sexuales y, lo que es la peor muestra de hipocresía como sociedad, son tratadas como 'putas' cuando expresan su erotismo de manera libre.
La lucha por los derechos de las mujeres está vivo. Aunque cuenta con algunos logros, sigue lejos de mostrar resultados satisfactorios y más cuando instituciones diseñadas para la defensa de sus derechos (así como el de las comunidades afros, LGBTI, indígenas, campesinas y demás), se empeñan en obstruirlos.
Pero hay un segmento de la población que está siendo olvidado por los estudios de género o que, en el mejor de los casos, está rezagado frente a la visibilidad de los de las mujeres: los hombres.
No se trata de entablar aquí una comparación para medir quién tiene una carga más pesada de discriminaciones por parte de la sociedad. Se trata más bien de llamar la atención sobre una serie de temas que están siendo pasados por alto del debate público y que podrían ser abordados, inclusive, con perspectiva de género.
Partamos de lo básico, de lo que se ha dado por sentado durante años: la expectativa de vida, el trabajo y la familia. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, en Colombia la expectativa de vida es de 76 años para los hombres y 83 para las mujeres. Pese a esto, ellas se jubilan a los 57 años mientras que los hombres a los 62.
De acuerdo el Fondo de Riesgos Laborales, en el país hubo a lo largo del año pasado 540 muertes por accidentes de trabajo. La mayoría de ellos se presentaron en las áreas de la minería, el transporte, la construcción, el sector eléctrico, las telecomunicaciones y la defensa, donde prima la mano de obra de los hombres.
En materia de muertes accidentales, las cifras demuestran que el grupo más afectado es el de los hombres. De las 2708 que fueron reportadas por Medicina Legal en 2014, 2207 fueron en hombres mientras que las restantes fueron en mujeres. Según la entidad, "en el caso de lesiones accidentales se observa un mayor número de eventos en los hombres, siendo el grupo más vulnerable; la relación proporcional hombre/mujer es de 2 a 1 aproximadamente".
Gracias a la 'ley María', los padres tienen una licencia remunerada 8 días, aunque son pocos frente a las 14 semanas que tienen las madres. Es cierto que pueden argüirse razones fisiológicas que justifiquen esa licencia para las madres, pero en aras de la equidad y la creación de un vínculo estrecho entre los padres y sus hijos, debería ampliarse el tiempo que un hombre puede pasar con su bebé recién nacido.
De otra parte, en los casos de divorcio la ley privilegia a la madre sin importar la edad del menor. En muchas ocasiones los abogados solo recomiendan a los padres llegar a acuerdos por el régimen de visitas y alimentos, antes que exponerse a un desgastante proceso judicial para hacerse con la patria potestad de los menores.
Aunque pareciera de Perogrullo, la violencia afecta con mayor fuerza a los hombres que a las mujeres. Según datos del informe Forensis del 2014, "La violencia letal afecta particular y de manera desproporcionada a los jóvenes varones de América Latina. La tasa de homicidios de jóvenes es superior al doble de la tasa para toda la población —alrededor de 70 por cada 100.000 jóvenes".
Ese mismo informe señala que la violencia es responsable del 14 % de las muertes de hombres y un 7 % de las de mujeres. En Colombia 11440 hombres fueron asesinaros en 2014 frente a 1158 mujeres.
En materia de suicidios, las víctimas primordiales son los hombres. Según cifras mundiales en una proporción de 4 a 1. Según la OMS unas 3000 personas se suicidan cada día en todo el mundo pero unas 60 000 intentan hacerlo, pero no lo logran. En Colombia el panorama es desalentador: de los
1878 casos que se registraron en 2014, 1544 eran hombres (un 82 %) frente a los 333 que fueron cometidos por mujeres (18 %).
Fuera de las creencias y los automatismos, las rupturas amorosas suelen ser una de las principales causas de suicidios en hombres. Básicamente, los varones no buscan apoyo en familiares y amigos, y terminan inflingiéndose daño.
Frente a los ataques cometidos contra las mujeres, se ha cuestionado la voluntad de la justicia colombiana para judicializar a los responsables de agresiones y abuso sexual. En ello tienen parcialmente la razón las organizaciones feministas.
Así como no se ha dado con los responsables de miles de crímenes de mujeres, también hay miles más que han sido cometidos contra hombres que décadas después no han sido resueltos. En Colombia, la inoperancia de la justicia no discrimina.
Lejos del populismo punitivo que refleja, la recientemente aprobada ley Natalia Ponce tiene un desequilibrio que si fuera en sentido contrario sería fuertemente cuestionado. Aunque el 49 % de las víctimas de ataques con ácido son hombres, las penas se endurecen si las víctimas son menores de edad o mujeres. ¿Por qué?
Más allá de las militancias y de la corrección política que limitan los debates, deberíamos aceptar que así como las mujeres tienen derecho a defender una agenda, también lo deberían hacer los hombres. No en desmedro de los derechos y conquistas de las mujeres sino en consonancia con sus logros. Es necesario poner la discusión sobre la mesa, cerrar el ciclo que reclamaba derechos sottovoce.
Así como es cuestionable que privilegie a los hombres a los hombres en razón de su género, también lo es que se los ignore.
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