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La educación en América Latina, de cara a las oportunidades

Para dar un salto cualitativo en la tarea de eliminar la brecha de ingresos que los separa de las economías desarrolladas, los países latinoamericanos no tienen que limitarse a cumplir con los requisitos básicos de estabilidad, apertura, competencia e instituciones, sino ir más allá y dedicarse de lleno a la innovación tecnológica, la educación y la capacitación de la fuerza laboral.
Vittorio Corbo y Andrea Tokman.
 
La carrera por el desarrollo de la economía latinoamericana exige de compromisos sociales que trasciendan el interés por hacer crecer las cifras a fin de año. Así, más que mostrar cifras de un PIB creciente, deben implementarse medidas que permitan un acceso masificado a la educación superior de para que los ciudadanos –que no sólo obreros o consumidores sino también actores políticos de la sociedad- puedan integrarse a l mercado laborar suficientemente entrenados.

¿Por qué asegurar el ingreso de los jóvenes a la educación superior en Latinoamérica? Es simple: porque la educación se convierte en el vehículo con el que se modernizan las economías, toda vez que asegurarle el ingreso a una universidad o politécnico a un joven se convierte en garantía de su futuro ascenso a la clase media.

En este sentido, las inversiones de los Estados no tienen que ser inmediatistas, movidas por los afanes del momento, sino con la perspectiva de mejorar la calidad de vida. Por ello, la muy conocida pretensión de estimular de manera indirecta a los bancos al señalar que deben ser los estudiantes y sus familias quienes costeen los estudios e hipotequen sus futuros por pagar onerosos compromisos con los organismos de crédito comercial, no es otra cosa más que impedir que quienes pueden acceder a mejor formación la obtengan.

Además, esperar que las deudas de la educación de los más jóvenes tengan que ser asumidas por los trabajadores jóvenes implica ponerle un freno a la economía con el fin de hipotecar a los nuevos trabajadores para el beneficio de los bancos.

El Estado debe intervenir, no a favor de los intereses del capital, sino a favor de quienes no tienen acceso a la educación con recursos propios. Y no es demagogia. Se trata de redistribución de la riqueza; así sea intelectual.





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