A quienes apoyamos la idea de terminar el conflicto armado por medio del diálogo y no a través de la sangre y las armas, no tienen que convencernos de que las Farc es una organización criminal. No es necesario que nos recuerden Bojayá, Mitú, El Nogal, Las Delicias y muchos hechos delictivos más para darnos cuenta de que no son las carmelitas descalzas. Partamos de allí entonces. Nadie medianamente sensato en el país sería capaz de olvidar la barbarie de la guerra, barbarie de la que las Farc es sólo una de los responsables. Quizá somos más conscientes del daño que implicó para nuestra sociedad más de 50 años de guerra y por ello nos oponemos al conflicto. No es necesario que nos recuerden las cuentas de la guerra: los más de 3.700 pueblos destrozados por las tomas guerrilleras; los 1 millón 100 mil niños víctimas; los cerca de 17 mil desaparecidos; los centenares de hombres y mujeres de la Fuerza Pública que han perdido la vida en las selvas del país; los cientos de campesi