Nuestras acciones son objetivas en sí. En muchas ocasiones podemos atinar a comprender su origen, su razón de ser. En otras tantas, somos movidos por una fuerza que nos supera y nos lleva a actuar de formas que escapan a nuestra comprensión. Unas y otras están mediadas por la percepción propia y de los demás. Escribir este tipo de cosas me obliga a admitir que no soy psicólogo ni estudio para serlo. Este texto es una observación fundamentada en mi experiencia personal, reflexiones, diálogos y lecturas. Por lo anterior, no intente tomar esta serie de apreciaciones como una posición de un profesional. Nuestra mente, confinada a un espacio cerrado dentro de nuestras cabezas, se extiende más allá de las fronteras de lo tangible. La mente acopia realidades lejanas, altera los recuerdos e interactúa con la realidad dándole sentido acorde con experiencias pasadas. Son estas últimas las más problemáticas, puesto que las interpretaciones de la realidad son, en la mayoría de los casos, más p